martes, 24 de septiembre de 2013

Guardarropía

No soñé con vos. Soñé con nuestra habitación. Soñé con la última mañana que desperté y había viento en la habitación. Viento en los armarios. Toda tu ropa se agitaba contra mí. Volaba por todos lados. Tu ropa, lavada por mí, doblada por mí, elegida por mí, tu talle, la vaguedad de tu perfume y nada más de vos, volaba por todas partes. La última mañana que desperté y no estabas, tu ropa golpeaba incesante mi soledad.Tu violenta ausencia, nada más que tu ropa vacía de vos, deliraba en nuestra habitación con la furia de mil pájaros. Soñé con la visión de la ventana, la de todos los días, tragando esa ineludible sensación de absurdo. Yo aguardaba algo, es decir, yo te esperaba, mientras tu rastro en nuestras cosas, me azotaba incesante de realidad. Tu ropa viva soñé, una manifestación alucinada de vos,el rasgo sobrenatural para lastimar que adquiriste por fuerza de mi amor.  Y no soñé con vos. Es decir que en mi sueño tampoco estabas. Salvo esa cierta guardarropía, metonimia de vos, estremecedora y ridícula, como si te hubieras muerto. Esa violenta presencia, sin cara, sin manos, sin voz, sin despedida, sin nada, que golpeaba mi soledad, con la furia de mil pájaros. Ese día que soñé ayer es el que guardaba mi ropa. En el living junto a mi piano organicé un cuidadoso desfile de cajas. Es de alguna forma, la peor imagen que vi en mi vida.  Se me dió por abrazar tu ropa sin cuerpo, mi gato, mis libros, no pude mirar. Me traje hasta el armario de mi infancia. Mis padres le habían dejado dentro algunas cosas muy viejas, como si me hubiera muerto. Todos los días me descuelgo y me cuelgo de él. Para estar. De noche, me desvisto y me vuelvo a cubrir. No sueño con vos. No tengo ventanas. Se que estás sin llanto y que te habrás encargado del viento.  Despertarás en nuestra habitación. Cerrarás mi hoja del armario.    

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