miércoles, 2 de octubre de 2013

Esa que entra a las habitaciones un paso delante de sí misma Oye su risa, aprende sus gestos. Responde a las voces familiares. Comienza dócilmente los años del después. Halla en un espejo a oscuras sus pupilas dilatadas. Se coloca junto a ellas. Se reconstruye desde su perfil más puro. La extrañeza del espejo le devuelve visos de carne, huesos. No es sólo como si no hubieras existido nunca. Es como si no hubiera nada más que una sombra en el último fragmento de mi. Como lázaro detrás de la piedra, adhiero lentamente a mi nombre la que yo era cortándome la que fui.

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